Docudeporte | Documentación deportiva https://www.docudeporte.es/ Web de documentación deportiva con dedicación especial al deporte español y su historia, el olimpismo y los Juegos Olímpicos. Fri, 24 May 2019 08:06:56 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.4.3 https://www.docudeporte.es/wordpress/wp-content/uploads/2017/02/Logo-transparente-144x144.png Docudeporte | Documentación deportiva https://www.docudeporte.es/ 32 32 La aventura olímpica de Mari Paz Corominas https://www.docudeporte.es/la-aventura-olimpica-de-mari-paz-corominas/ https://www.docudeporte.es/la-aventura-olimpica-de-mari-paz-corominas/#respond Fri, 11 May 2018 16:37:34 +0000 http://www.docudeporte.es/?p=1716 Durante el ciclo olímpico de los Juegos Olímpicos de México, el deporte femenino había asistido a la irrupción de una de sus grandes figuras. La nadadora catalana Mari Paz Corominas, con apenas dieciséis años, era la gran referencia nacional en la espalda. En la prueba de los 100 metros espalda, Corominas comenzó su hegemonía en …

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Durante el ciclo olímpico de los Juegos Olímpicos de México, el deporte femenino había asistido a la irrupción de una de sus grandes figuras. La nadadora catalana Mari Paz Corominas, con apenas dieciséis años, era la gran referencia nacional en la espalda.
En la prueba de los 100 metros espalda, Corominas comenzó su hegemonía en julio de 1966 con el establecimiento de un nuevo récord nacional, plusmarca que batiría ese mismo año hasta en siete ocasiones, rebajando en más de cuatro segundos el registro anterior a sus marcas. El dominio de la barcelonesa en la especialidad la llevó a conquistar dos títulos nacionales entre 1966 y 1968 -en 1967 no pudo participar por fiebre- y el oro en los Juegos del Mediterráneo de Túnez. La superioridad en los 200 metros espalda era muy similar. En una prueba que había sido incluida en el calendario del Campeonato de España en 1967, Mari Paz Corominas se hizo con los dos títulos anteriores a los Juegos de México. Además, fue capaz de rebajar el récord nacional de la distancia en casi quince segundos en poco más de tres años.

La catalana llegaba con buenas sensaciones en las dos pruebas de espalda en las que participaba, aunque era en los 100 metros donde tenía más esperanzas de realizar un buen papel, no en vano, su mejor marca le hubiera otorgado la sexta plaza en la final olímpica de Tokio.

La nadadora española lograba acceder a semifinales del hectómetro con un tiempo algo lejano a su mejor marca, pero que resultó suficiente para la clasificación. Horas más tarde, sin embargo, Mari Paz Corominas finalizaba su semifinal con un tiempo superior al de las eliminatorias, con lo que su sueño de acceder a la final se desvanecía.

Corominas finalizaba su primera prueba en México algo decepcionada por no poder participar en la gran final y no conseguir rebajar su récord nacional. No obstante, el paso del tiempo demostró que el objetivo que se había marcado la barcelonesa era algo ambicioso, pues su marca de 1:09.5 permaneció como récord de España durante ocho años.

Tres días más tarde, Mari Paz Corominas tomaría cumplida venganza en los 200 metros espalda. En esta ocasión, únicamente existía una ronda previa para acceder a la final, por lo que era necesario marcar uno de los ocho mejores tiempos en la clasificación. Corominas se impuso en la segunda serie de las eliminatorias con una marca superior a su plusmarca nacional, pero que únicamente fue superada por seis nadadoras. No obstante, el pase a la final se produjo con algo de suspense, puesto que hubo varias reclamaciones sobre los tiempos registrados que, de prosperar, hubieran dejado fuera a la española. Finalmente, estas apelaciones no fueron atendidas y Mari Paz Corominas se convertía en la primera deportista española en alcanzar una final olímpica.
Con el objetivo cumplido, la nadadora española lograba rebajar el tiempo marcado en las eliminatorias y concluyó en séptima posición para convertirse en la tercera nadadora europea de la final.

A sus 16 años, Mari Paz Corominas lograba el hito más importante del olimpismo femenino español, que no sería superado durante varias ediciones de los Juegos. Desgraciadamente, la prometedora carrera de la mejor nadadora española de la época se vio truncada demasiado pronto cuando Mari Paz
Corominas decidía poner fin a su vida deportiva, debido a la escasez de ayudas que recibía en 1970, con solo 21 años y en plena progresión, puesto que continuaba batiendo récords nacionales en distintas modalidades.

La participación del deporte femenino en los Juegos continuaba siendo muy exigua con la aportación a la delegación española de aquellos Juegos de tan solo dos nadadoras y aún podía resultar algo atrevido hablar de la consolidación del deporte femenino español en los Juegos a pesar de su tercera aparición consecutiva. Sin embargo, México fue testigo de la mayor gesta olímpica de una mujer española durante el franquismo y los primeros años de democracia con la actuación de Mari Paz Corominas, lo que dejaba en evidencia que los éxitos de nuestras deportistas dependieron durante mucho tiempo de genialidades puntuales.

[Texto extraído de «El deporte femenino español en los Juegos Olímpicos«]

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Primera entrega de los Premios Nacionales del Deporte https://www.docudeporte.es/primera-entrega-los-premios-nacionales-del-deporte/ https://www.docudeporte.es/primera-entrega-los-premios-nacionales-del-deporte/#respond Tue, 01 Aug 2017 10:52:59 +0000 http://www.docudeporte.es/?p=1666 La génesis de los Premios Nacionales del Deporte, que son entregados anualmente en la actualidad por el Consejo Superior de Deportes, hay que buscarla en la década de los años 20 del siglo pasado en Cataluña. La eclosión del deporte español tuvo lugar durante los primeros años del siglo XX. El auge que experimentó el …

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La génesis de los Premios Nacionales del Deporte, que son entregados anualmente en la actualidad por el Consejo Superior de Deportes, hay que buscarla en la década de los años 20 del siglo pasado en Cataluña.

La eclosión del deporte español tuvo lugar durante los primeros años del siglo XX. El auge que experimentó el ciclismo y la introducción de deportes de procedencia británica, como el fútbol o el tenis, propiciaron la aparición de numerosos clubes que hizo necesaria la creación de federaciones deportivas que gestionaran los diferentes deportes y marcasen sus reglas de funcionamiento y campeonatos.
En este sentido, la organización deportiva en Cataluña fue pionera en España, pues una gran parte de estos nuevos deportes penetraban en el país por tierras catalanas. Debido a su importante crecimiento durante aquellos años, comenzaron a surgir numerosas entidades deportivas y federaciones en la región, poniéndose de manifiesto la creciente expansión de la actividad física y su complejidad organizativa.

Ante este panorama, nació la idea de la creación de un organismo que agrupase todas las federaciones y clubes catalanes y organizara las distintas expresiones deportivas para mejorar su desarrollo y crecimiento. Es así como el 21 de enero de 1922 se funda la Confederación Deportiva de Cataluña, resultante de la fusión de la Federación de Sociedades Deportivas y el Consejo Olímpico Catalán, para reunir a todas las entidades deportivas de Cataluña y dotarlas de un marco común.

Bajo la gestión de la Confederación Deportiva de Cataluña nacieron los primeros galardones que, años más tarde, serían adoptados por la Delegación Nacional de Deportes primero y por el Consejo Superior de Deportes después como dos de las categorías de los Premios Nacionales del Deporte.
El primer trofeo en aparecer fue la Copa Stadium, que surge en junio de 1923 por iniciativa de la revista Stadium como homenaje al fallecido periodista José María Casares y que premiaba a la sociedad catalana que realizase la manifestación de mayor trascendencia deportiva.
Tras la Copa Stadium, la Confederación Deportiva de Cataluña acordó en enero de 1924 la creación de la Copa Barón de Güell, en honor a su vicepresidente Santiago Güell i López, que había donado el trofeo, para premiar al deportista catalán que llevase a cabo el acto deportivo de mayor relieve durante el año.

Tras el estallido de la Guerra Civil y la victoria de Franco, la organización nacional del deporte cambió ostensiblemente. Desaparecieron instituciones de ámbito regional como la Unión Catalana de Federaciones Deportivas y aparecieron otras como el Consejo Nacional de Deportes en 1938, aún con la guerra abierta, que daría lugar en 1941 a la creación de la Delegación Nacional de Deportes de FET y de las JONS.
Dentro de las funciones y tareas que asumió la Delegación Nacional de Deportes se encontraba la asignación de premios anuales en el ámbito deportivo. La institución recientemente creada decidía reinstaurar la adjudicación de diferentes trofeos como medio para destacar no solo los méritos de los deportistas, sino también los de directivos y entidades deportivas. Así, la DND recuperaba en 1941 la Copa Stadium y la Barón de Güell de la desparecida Confederación Deportiva de Cataluña, adecuándolas al panorama nacional.

Desde su nacimiento, los Premios Nacionales del Deporte han sido entregados en solemnes ceremonias que con el paso del tiempo fueron ganando popularidad hasta convertirse en una gran fiesta del deporte español.

En los primeros años de la Delegación Nacional de Deportes, las ceremonias de entrega de los distintos trofeos pasaban desapercibidas para el gran público y no gozaban de gran trascendencia mediática.
La primera entrega tuvo lugar el día 1 de agosto de 1942 en el salón de actos de la Jefatura Provincial de la Falange Española en Barcelona y estuvo presidida por el general Coll Fuster en representación del Delegado Nacional de Deportes, José Moscardó. En esa primera edición, tan solo eran dos las categorías que estaban en vigor, la Copa Stadium y la Barón de Güell, que recayeron en el Fútbol Club Barcelona y Eusebio Millán respectivamente.

Esta ocasión se aprovechó para demostrar el interés del régimen franquista en el deporte y fueron numerosas personalidades políticas y de federaciones deportivas las que asistieron al acto. Cabe destacar el discurso del vicepresidente de la Delegación Nacional de Deportes, Santiago Güell, en el que relató la historia de los premios y su importancia para acentuar su continuidad en el futuro.

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El primer oro olímpico del deporte femenino español https://www.docudeporte.es/primer-oro-olimpico-del-deporte-femenino-espanol/ https://www.docudeporte.es/primer-oro-olimpico-del-deporte-femenino-espanol/#respond Mon, 31 Jul 2017 10:26:34 +0000 http://www.docudeporte.es/?p=1662 La concesión de los Juegos a Barcelona transformó radicalmente el deporte español. En 1990, el gobierno socialista, contrario a la anterior Ley de Cultura Física y Deporte, sacaba adelante la Ley del Deporte, vigente en la actualidad, en la que se daba una mayor importancia a la alta competición y se otorgaba un activo papel …

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La concesión de los Juegos a Barcelona transformó radicalmente el deporte español. En 1990, el gobierno socialista, contrario a la anterior Ley de Cultura Física y Deporte, sacaba adelante la Ley del Deporte, vigente en la actualidad, en la que se daba una mayor importancia a la alta competición y se otorgaba un activo papel al Estado en el fomento y desarrollo del deporte. Aunque la mayor revolución llegó dos años antes con la puesta en marcha del Plan ADO, que es considerado la clave de los éxitos del deporte español desde su aprobación.

Con todos estos ingredientes, la delegación española contó en Barcelona con el mayor equipo de deportistas en una competición olímpica, beneficiada de su calidad de anfitriona, y más de 400 atletas tuvieron el privilegio de disputar unos Juegos en su país. La participación femenina sufrió un cambio radical y cuadruplicó en Barcelona, con 127, el número de deportistas que compitieron en Seúl.

La organización de los Juegos y la incorporación de nuevas especialidades al panorama olímpico permitieron al deporte femenino español debutar en muchas modalidades que nunca antes habían contado con presencia española, ya que hasta diez disciplinas olímpicas tuvieron deportistas españolas por primera vez, el mismo número que todas en las que habían participado antes de los Juegos de Barcelona.

En dos semanas llenas de magia e ilusión, la primera gran alegría para el deporte femenino español llegaba del tatami de la mano de Miriam Blasco. La judoca vallisoletana acudía a Barcelona como gran favorita al oro tras sus victorias en los Campeonatos del Mundo y de Europa durante el ciclo olímpico. Sin embargo, la desgraciada muerte de su entrenador Sergio Cardell en un accidente de moto solo un mes antes de la competición olímpica trastocó la preparación de Blasco y la dejó muy afectada anímicamente, algo que incluso le hizo plantearse la posibilidad de no competir.

Finalmente, el entorno familiar de la judoca y su nuevo preparador convencieron a Miriam para que participara en los Juegos. Y la decisión no pudo tener mejor final. El 31 de julio, Miriam Blasco se convertía en la primera mujer española en conquistar una medalla de oro en unos Juegos.

Su trayectoria hasta la final, sin embargo, no sería sencilla, pues por el camino dejaría a las dos medallistas de bronce de su categoría, aunque su superioridad fue tal que venció dos de sus tres primeros combates por ippon. Su momento más difícil lo viviría en cuartos de final, donde los jueces tuvieron que dirimir su pase a semifinales tras finalizar el duelo en empate. En la final también la esperaba una dura rival, la británica Nicola Fairbrother, vigente campeona de Europa, pero la judoca española supo dar lo mejor de sí misma para hacerse con la victoria ante las abarrotadas gradas del Palau Blaugrana que apoyaron en todo momento la participación de la pucelana en su histórica actuación.

Tras el bronce de Blanca Fernández Ochoa, Miriam Blasco se convertía en la segunda medallista del deporte femenino español y en la primera campeona olímpica pero, como ella misma ha declarado en numerosas ocasiones, este hecho fue solo una coincidencia del calendario, pues el gran trabajo llevado a cabo por las deportistas españolas hizo que días más tarde llegaran los oros de Almudena Muñoz en judo, Teresa Zabell y Patricia Guerra en el 470 de vela y la selección de hockey.

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La Vuelta de Freddy Maertens https://www.docudeporte.es/la-vuelta-freddy-maertens/ https://www.docudeporte.es/la-vuelta-freddy-maertens/#respond Mon, 15 May 2017 10:01:20 +0000 http://www.docudeporte.es/?p=1649 La Vuelta a España de 1977 estuvo marcada por la extraordinaria actuación del ciclista belga Freddy Maertens, que dominó la prueba con una superioridad incontestable. Con la intención de atraer la atención de Maertens, los organizadores de La Vuelta diseñaron un itinerario marcado por las etapas llanas y apenas montaña y con una sensible reducción …

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La Vuelta a España de 1977 estuvo marcada por la extraordinaria actuación del ciclista belga Freddy Maertens, que dominó la prueba con una superioridad incontestable.

Con la intención de atraer la atención de Maertens, los organizadores de La Vuelta diseñaron un itinerario marcado por las etapas llanas y apenas montaña y con una sensible reducción del kilometraje. Además, se estableció un sistema de bonificaciones que repartía más de 6 minutos en los diferentes finales de etapa y metas volantes.
Todas estas características de la ronda española favorecían a Maertens, uno de los ciclistas del momento, que había firmado importantes triunfos el año anterior, destacando las ocho etapas y la clasificación de la regularidad en el Tour de Francia, además de la octava posición en la general, y el Campeonato del Mundo en Ruta, y que en los primeros meses de competición ya había dado muestras de su estado de forma con sus cinco victorias de etapa y la general de la París-Niza y las 4 etapas y la general de la Semana Catalana.

Junto a Freddy Maertens, los principales nombres de la Vuelta eran los de su compañero de equipo Michel Pollentier; Pesarrodona, que defendía su victoria del año anterior; Agostinho y Luis Ocaña, que en la recta final de su carrera decidía postreramente acudir a la que sería su última participación en esta carrera. Sin embargo, nadie parecía poner en duda el claro favoritismo del corredor belga, que solo levantaba la sospecha de si competiría en plenitud de condiciones o se tomaría la Vuelta como preparación para pruebas posteriores como el Giro o el Tour.

La Vuelta arrancaría el 26 de abril en la costa alicantina, aunque una huelga del personal de Iberia en el Aeropuerto de Barajas estuvo cerca de causar un aplazamiento, pero finalmente la organización puso los medios necesarios para solventar el problema.
Así pues, La Vuelta se iniciaba con una etapa prólogo de 8 kilómetros contrarreloj en la que se impuso Maertens con 15 segundos de ventaja sobre Pollentier y 22 sobre Miguel María Lasa, mientras que Ocaña se dejaba casi un minuto.
El ciclista belga se enfundaba el primer maillot de líder, que en aquella edición fue de color naranja como consecuencia del patrocinio de la Empresa Nacional Butano, y ya no lo dejaría hasta el final.

La primera semana de competición estaba compuesta por etapas prácticamente llanas, lo que aprovechó Maertens para ampliar su diferencia en la clasificación general gracias a las bonificaciones. Entre la primera etapa en línea y la novena con meta Salou, el ciclista belga únicamente dejó escapar dos victorias parciales, una en la llegada a Benidorm, donde se impuso Fedor Den Hertog, y otra en la contrarreloj disputada también en la localidad alicantina, que tuvo a Pollentier como vencedor tras la caída sufrida por Maertens que le impidió luchar por el triunfo

Cubierto prácticamente la mitad del recorrido, Maertens era líder con una ventaja de 1 minuto y 10 segundos sobre Lasa y 1:55 sobre González Linares y habiéndose adjudicado ocho de las diez primeras etapas disputadas incluyendo el prólogo.

Con la llegada a Cataluña, el dominio de Maertens no se vio mermado y, pese a que fue sorprendido por Cees Priem en el circuito de Montjuich, que se adaptaba perfectamente a las características del belga, el campeón del mundo salió de Barcelona con dos nuevos triunfos en una etapa dividida en dos sectores, una contrarreloj de apenas 4 kilómetros y un nuevo recorrido por Montjuich.

Sin embargo, no todo era buenas noticias para Maertens, pues desde Bélgica se daba a conocer una acusación de dopaje que afectaba al líder de La Vuelta junto a otros corredores como Eddie Merckx que le ocasionaría un mes de suspensión. Años después terminaría admitiendo que utilizó anfetaminas durante su vida deportiva al igual que otros muchos profesionales.

La carrera, no obstante, continuaba y el pelotón afrontaba la primera gran prueba de montaña con cinco puertos y la ascensión final a la ermita de Santa María de la Tossa.
Se esperaba que esta fuera la etapa en la que Maertens pasara dificultades, pero el desarrollo de la jornada fue bastante decepcionante de cara a plantar batalla al belga.
El pundonor de Luis Ocaña le hizo ser uno de los protagonistas del día realizando un ataque lejano, pero su amplia desventaja en la general no suponía un gran problema para el líder. Así pues, Maertens se dedicó a controlar a los rivales más próximos en la clasificación y entró en meta junto a ellos en sexta posición cediendo algo más de dos minutos respecto al vencedor de la etapa, el italiano Perletto.

Maertens volvería a la senda del éxito con el triunfo en Seo de Urgel, donde se hizo con su 11ª etapa, quedándose a tan solo una victoria del record que estableció Delio Rodríguez en 1941 como el ciclista con el mayor número etapas conseguidas en una misma edición de La Vuelta.

Habría que esperar hasta la 14ª etapa para ver el primer triunfo de un español en aquella Vuelta. Y es que el férreo control que se habían realizado mutuamente los dos principales equipos españoles, Kas y Teka, había impedido brillar a los ciclistas nacionales y beneficiado a Maertens.
Fue el segoviano Carlos Melero quien dio la primera alegría al ciclismo español al imponerse al también español Ismael Lejarreta con la aprobación del equipo del líder al que los dos escapados no le suponían ningún peligro.

El regreso de la montaña con el final de etapa en Formigal, donde volvió a ganar un ciclista español, Pedro Torres, fue muy similar a la etapa vivida en Santa María de la Tossa. Los principales ataques se produjeron a unos cinco kilómetros de la línea de meta y no solo no sirvieron para inquietar a Maertens, sino que el ciclista belga aprovechó para sacar más ventaja a Luis María Lasa, su principal rival de cara al triunfo final.

La localidad navarra de Cordovilla sería testigo de la victoria de Maertens que le igualaba a Delio Rodríguez. La etapa fue controlada en todo momento por el equipo del líder que aprovechó la ocasión para entrar en la historia de La Vuelta.
Con la general prácticamente decidida y el estado de forma de Maertens, únicamente faltaba por saber cuál sería el número de etapas que finalmente se adjudicaría el belga en aquella edición.

Maertens no podría mejorar el record de victorias parciales en el paso de la ronda ciclista por el País Vasco, pues Luis Alberto Ordiales se impondría en Bilbao y José Nazabal lo haría en Urkiola, dejando la participación en española en cuatro victorias de etapa.
La última etapa de montaña estuvo marcada por la actuación de Ocaña, que atacó muy cerca de la salida y fue alcanzado a escasos kilómetros de la ascensión final a Urquiola como consecuencia de una avería mecánica. Maertens, por su parte, no vio peligrar su liderato y apenas cedió tiempo.

En estos días finales de la carrera se planteaba la posibilidad de cambiar el diseño de la última etapa que debía finalizar en San Sebastián debido a las huelgas y protestas ciudadanas que se vivían aquellos días en las provincias vascas en apoyo a la amnistía de presos políticos.
Así pues, la última etapa entre Durango y San Sebastián, que contaba además con un segundo sector con una contrarreloj de 31,7 kilómetros, fue modificada y, tras estudiarse distintas posibilidades como Burgos, Santander o Torrelavega, finalmente terminaría en Miranda de Ebro.

La localidad burgalesa ponía el punto y final a La Vuelta 1977 tal y como empezó, con un triunfo de Freddy Maertens que le otorgaba en solitario el record de ciclista con más victorias de etapa en una sola edición.
Maertens se imponía en Miranda y cerraba su triunfo en la Vuelta con una ventaja de 2:51 minutos sobre Lasa, 13 victorias de etapa, la clasificación de la regularidad y las metas volantes.

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La primera medalla olímpica del deporte femenino español https://www.docudeporte.es/la-primera-medalla-olimpica-del-deporte-femenino-espanol/ https://www.docudeporte.es/la-primera-medalla-olimpica-del-deporte-femenino-espanol/#respond Mon, 20 Feb 2017 18:56:22 +0000 http://www.docudeporte.es/?p=1643 Antes de la gran cita de los Juegos Olímpicos de Barcelona, el deporte español debía afrontar el reto de Albertville, donde las propuestas adoptadas para la mejora del nivel competitivo, con el Plan ADO como medida estrella, tenían su primera prueba de fuego tras la escasez de tiempo con que se contó en 1988. España …

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Antes de la gran cita de los Juegos Olímpicos de Barcelona, el deporte español debía afrontar el reto de Albertville, donde las propuestas adoptadas para la mejora del nivel competitivo, con el Plan ADO como medida estrella, tenían su primera prueba de fuego tras la escasez de tiempo con que se contó en 1988.

España confeccionó el mayor equipo de deportistas en unos Juegos de Invierno desde Grenoble en 1968. Trece hombres y cuatro mujeres conformaron la delegación española en Albertville.

Por tercera ocasión consecutiva, una mujer fue la abanderada del equipo español en el desfile inaugural de unos Juegos de Invierno. Blanca Fernández Ochoa tomó el relevo de Ainhoa Ibarra y tuvo la oportunidad de portar la bandera española por segunda vez en su carrera tras haberlo hecho en los Juegos de Sarajevo en 1984.

Blanca Fernández Ochoa vivía sus cuartos Juegos y encabezaba el equipo femenino español de esquí alpino más numeroso de la historia olímpica formado por cuatro esquiadoras. La madrileña quiso alargar su carrera deportiva después de la mala experiencia de Calgary, donde una caída le privó de conseguir una medalla, el gran objetivo antes de su retirada.

Durante el ciclo olímpico, Blanca Fernández Ochoa había centrado su preparación en la prueba del slalom, aunque en la estación olímpica de Meribel disputaría también el gigante, con el que la española abría su participación y en el que lograba un duodécimo puesto después de no arriesgar en exceso en la primera manga y marcar el sexto mejor tiempo en la segunda.

Tras su primera actuación, todas las miradas estaban puestas en el slalom. Blanca había cosechado muy buenos resultados en esta prueba durante la temporada, algo que la colocaba una vez más entre las principales favoritas.

La esquiadora madrileña realizó una primera manga brillante, situándose en la segunda posición a solo tres centésimas del tiempo de la norteamericana Julie Parisien, que encabezaba la clasificación.

Entre el primer y el segundo descenso había un receso de casi cuatro horas, tiempo para la esperanza, pero también para pensar en lo ocurrido en Calgary cuatro años antes. No obstante, esta vez la historia fue distinta y la suerte sonrió por fin a la española, aunque no exenta de emoción.

La segunda manga de Blanca no fue tan buena como la primera y llegaba a meta con el tercer mejor tiempo global a falta de la bajada de Parisien. Los temores de que la española pudiera perder de nuevo una medalla se acrecentaban en Meribel, sin embargo, la esquiadora norteamericana no fue tan rápida como en la primera bajada y finalizaba la prueba en cuarta posición a solo cinco centésimas del bronce, suficientes para que Blanca Fernández Ochoa hiciera historia conquistando la primera medalla olímpica para el deporte femenino español y la segunda medalla española -y por ahora última- en unos Juegos de Invierno tras la que conquistara su hermano Francisco en 1972.

Extracto de «El deporte femenino español en los Juegos Olímpicos«

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El primer campeón español del Masters de Tenis https://www.docudeporte.es/el-primer-campeon-espanol-del-masters-de-tenis/ https://www.docudeporte.es/el-primer-campeon-espanol-del-masters-de-tenis/#respond Mon, 12 Dec 2016 07:00:03 +0000 http://www.docudeporte.es/?p=1511 El 12 de diciembre de 1976, Manuel Orantes se convertía en el primer español que se proclamaba campeón del Masters de Tenis. Desde su debut en 1972 en la tercera edición celebrada en Barcelona y hasta 1976, el tenis español no había faltado a la competición que disputaban los mejores jugadores del año, con Andrés …

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El 12 de diciembre de 1976, Manuel Orantes se convertía en el primer español que se proclamaba campeón del Masters de Tenis.

Desde su debut en 1972 en la tercera edición celebrada en Barcelona y hasta 1976, el tenis español no había faltado a la competición que disputaban los mejores jugadores del año, con Andrés Gimeno en la cita barcelonesa y Manuel Orantes en todas y cada una de ellas, aunque ninguno logró superar la primera fase.

Con su presencia por quinto año consecutivo en el Masters, Manuel Orantes demostraba estar en la élite del tenis mundial, ya que únicamente el rumano Ilie Nastase acumulaba tantas participaciones como el granadino en la historia del torneo.
Después de varios años destacando en el circuito con su victoria en el US Open y la final en Roland Garros como principales méritos, Orantes llegaba al Masters de 1976 de Houston con siete títulos conquistados, cuatro de ellos en los dos meses previos a la disputa del torneo.

El gran estado de forma del español junto a las notables ausencias convertían a Orantes en uno de los principales favoritos al título. Y es que la edición de 1976 quedó marcada por la negativa a participar en el torneo de algunos de los mejores tenistas del momento junto con la convivencia aquellos años de dos circuitos paralelos que diversificaban los puntos acumulados e impidió a algunos jugadores alcanzar los necesarios para lograr la clasificación para el Grand Prix. Ni Panatta, campeón en Roland Garros; ni Borg, vencedor en Wimbledon; ni Connors, que se había impuesto en el US Open; ni Nastase, cuádruple campeón del Masters, acudieron a Houston.

Así pues, los jugadores que acompañaron a Orantes fueron los estadounidenses Roscoe Tanner, Eddie Dibbs, Harold Solomon y Brian Gottfried, el polaco Wojtek Fibak, el argentino Guillermo Vilas y el mexicano Raúl Ramírez.
El español quedó encuadrado en el Grupo Blanco junto a Fibak, Dibbs y Tanner, mientras que el Grupo Azul lo integraron Solomon, Vilas, Gottfried y Ramírez.

Orantes inició su actuación en el Masters con una solvente victoria por 6-4 y 6-2ante Eddie Dibbs, con el que había mantenido una igualada rivalidad en ese año con cuatro enfrentamientos y dos victorias para cada uno hasta la disputa del torneo de maestros.
El español daría un paso atrás en su objetivo de alcanzar las semifinales tras la derrota en dos sets, 7-5 y 7-6, ante Fibak, que hacía que el último partido del grupo frente a Tanner resultara vital para las aspiraciones de Orantes.

La última jornada del Grupo Blanco resultó apasionante, pues los cuatro integrantes llegaban con una victoria y una derrota en la clasificación, por lo que los vencedores de sus correspondientes partidos accedería a la siguiente fase.
Orantes y Tanner se volvían a ver las caras después de más tres años sin hacerlo y con el estadounidense invicto ante el español en pista rápida, superficie sobre la que se disputaba el Masters.
En un primer set con muchas alternativas pero que Orantes pudo decidir mucho antes a su favor, hubo que acudir al tie break en el que el español se impuso 7-4. Tras la victoria en la primera manga, Orantes comenzó el segundo set de manera arrolladora, adquiriendo una ventaja de 3-0 que resultaría definitiva para acabar anotándose el último parcial por 6-3 y clasificarse así por primera vez para semifinales. Orantes accedía a la fase final como segundo de grupo tras Fibak, que logró imponerse a Dibbs por 6-2 y 6-4.
Por su parte, en el Grupo Azul, Harold Solomon y Guillermo Vilas fueron los tenistas que lograron la clasificación.

Solomon fue el rival de Orantes en semifinales, un adversario de buen recuerdo para el español puesto que, de las siete veces que se habían enfrentado, el granadino había vencido en seis de ellas, aunque el último encuentro cayó del lado del norteamericano.
Orantes cumplió con los pronósticos que le daban como favorito y superó con claridad a Solomon en tres sets, 6-4, 6-3 y 6-4, en 1 hora y 55 minutos de juego.
Su rival en la final sería el polaco Fibak, que superó a Vilas en el mejor partido del torneo por 6-2, 6-2, 5-7, 3-6 y 8-6, en un encuentro de tres horas y media de duración.

Orantes y Fibak volvían a verse las caras de nuevo tras el partido de la primera fase que concluyó con la victoria del centroeuropeo.
El español partía con cierto favoritismo para adjudicarse el Masters, pero para ello debería truncar la racha del polaco, que se había impuesto en los dos últimos enfrentamientos, incluido el disputado días antes en la ronda previa.
El primer set ya dejó entrever la igualdad que iba a caracterizar el partido. Ambos jugadores no se mostraron muy fiables en el saque y, tras varios breaks, Fibak se hizo con la primera manga por 7-5 después de casi una hora de juego.
Orantes cambió la dinámica del encuentro en el segundo set y con un parcial de 3-0 dejó muy encaminado el parcial que se acabaría adjudicando por 6-2.
El partido viró nuevamente a favor de Fibak de una forma que parecía definitiva. El tenista polaco encadenó nueve juegos consecutivos que le dieron la victoria en el tercer set por 6-0 y una ventaja de 3-0 en el cuarto que parecía dejaba sentenciada la final. Sin embargo, la reacción de Orantes fue admirable y logró dar la vuelta al marcador y anotarse la cuarta manga en el tie break.
La remontada del español en un partido que parecía perdido dejó muy mermado anímicamente a Fibak, que apenas opuso resistencia en el último set que Orantes se llevó por 6-1 en apenas 27 minutos para sentenciar la final y hacerse en su quinto intento con la victoria en el Masters, el primero para el tenis español, que tuvo que esperar más de treinta años hasta que Alex Corretja le otorgara en 1998 un nuevo título.

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La designación de Barcelona para los Juegos de 1992 https://www.docudeporte.es/la-designacion-de-barcelona-para-los-juegos-de-1992/ https://www.docudeporte.es/la-designacion-de-barcelona-para-los-juegos-de-1992/#comments Mon, 17 Oct 2016 09:12:06 +0000 http://www.docudeporte.es/?p=1503 El 17 de octubre de 1986, el presidente del Comité Olímpico Internacional, Juan Antonio Samaranch, pronunciaba en Lausana la célebre frase “à la ville de Barcelona”, otorgando a la ciudad catalana y a España la posibilidad de albergar sus primeros Juegos Olímpicos. Las expectativas de Barcelona de ser sede de unos Juegos Olímpicos eran un …

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El 17 de octubre de 1986, el presidente del Comité Olímpico Internacional, Juan Antonio Samaranch, pronunciaba en Lausana la célebre frase “à la ville de Barcelona”, otorgando a la ciudad catalana y a España la posibilidad de albergar sus primeros Juegos Olímpicos.

Las expectativas de Barcelona de ser sede de unos Juegos Olímpicos eran un objetivo tradicional de la ciudad condal que se remonta a los primeros años del siglo XX.
La primera aproximación de la capital barcelonesa a la organización de los Juegos tuvo lugar en 1917 cuando el alcalde de la ciudad, Manuel Rius, se dirigió por carta al Barón de Coubertin, presidente del Comité Olímpico Internacional, preguntándole por la viabilidad de unos Juegos en Barcelona. Sin embargo, tras el fin de la I Guerra Mundial, el COI eligió a Amberes como sede los Juegos de la VII Olimpiada.

Después de este acercamiento, Barcelona presentó una solicitud formal para celebrar los Juegos de 1924. El interés que mostró la candidatura se plasmó en la construcción del Estadio de la Foixarda, pero las aspiraciones catalanas chocaron frontalmente con la intención de Coubertin, que quería los Juegos de 1924 para París con el objetivo de hacer olvidar la mala experiencia vivida en 1900. Así, el presidente del Comité Olímpico Internacional escribió una carta, que sería crucial para la decisión final, solicitando el voto para la capital francesa alegando el trigésimo aniversario de la reinstauración del movimiento olímpico en la Universidad de la Sorbona a la vez que postuló a Ámsterdam como sede de los Juegos de 1928.

Barcelona no tardó mucho en volver a mostrar su intención de organizar unos Juegos y postuló su candidatura para acoger los de 1936 con el Estadio de Montjuic, construido para la Exposición Universal de 1929 y cuya primera piedra fue colocada por el propio presidente del Comité Olímpico Internacional, Baillet-Latour, como gran reclamo. Pero los miembros del COI le volverían a dar la espalda, decantándose por la opción de Berlín por 43 votos a 16.
Tras esta nueva decepción, Barcelona organizó en contrapartida a los Juegos de la Alemania nazi de Hitler una Olimpiada Popular cuya inauguración debería haber tenido lugar el 19 de julio de 1936, pero el estallido de la Guerra Civil impidió su celebración.

Precisamente, el conflicto bélico impidió un nuevo intento. Barcelona había vuelto a presentarse en 1932 para acoger los Juegos de 1940, pero la sublevación militar del 18 de julio impidió que los representantes españoles acudieran a Berlín para defender su candidatura a unos Juegos que acabarían suspendiéndose por la II Guerra Mundial.

Barcelona tendría que esperar más de 30 años para volver a aspirar a unos Juegos. En esta ocasión no sería derrotada por una votación de los miembros del Comité Olímpico Internacional, sino que el COE decidió apostar por la opción de Madrid para representar a España de cara a la elección final por los Juegos de 1972, reservando a Barcelona la sede de los deportes náuticos. Sin embargo, esta polémica medida no se tradujo en éxito y Múnich fue la ciudad elegida en aquella ocasión ante la primera tentativa madrileña.

Para el éxito definitivo de Barcelona hubo que esperar más de medio siglo desde la primera intentona y a la confluencia de una serie de factores que allanaron el camino.
Por un lado, la muerte de Francisco Franco iniciaba en España el proceso para dejar atrás casi cuarenta años de dictadura e instaurar la democracia, mejorando la imagen internacional. Así, Barcelona vivió en abril de 1979 las primeras elecciones municipales tras la caída del régimen con la victoria del PSOE y la proclamación como alcalde de Narcís Serra.
A pesar del cambio de sistema político, España estaba envuelta en una grave crisis económica y el nuevo gobierno de Barcelona vio en la solicitud de unos Juegos Olímpicos la posibilidad ideal para emprender nuevos proyectos que modernizaran la ciudad y supusieran un empujón a la economía local y nacional. No obstante, los primeros pensamientos de los dirigentes catalanes eran organizar una Exposición Universal de la magnitud de las de 1888 y 1929 que tan buen rédito dejó a Barcelona en su momento. Fue Juan Antonio Samaranch quien convenció a Narcís Serra y Jordi Pujol para que abandonaran la idea de la Exposición y apostaran por los Juegos Olímpicos.

Y es que la circunstancia que pudo resultar más decisiva para el éxito de la incipiente candidatura barcelonesa fue la proclamación de Juan Antonio Samaranch como presidente del Comité Olímpico Internacional el 16 de julio de 1980. Tanto Samaranch como Serra habían tenido conversaciones meses antes de la votación del nuevo presidente del COI sobre las opciones olímpicas de Barcelona, pero no fue hasta el mismo día de su elección cuando Narcís Serra expresó su deseo de que Barcelona fuera sede de unos Juegos presididos por Samaranch.
A pesar de que los Juegos de 1988 aún no habían sido asignados, Samaranch era partidario de que la candidatura barcelonesa se aplazara hasta 1992, coincidiendo con el V Centenario del Descubrimiento de América, un elemento más que jugaba a favor de Barcelona junto con la más que probable vuelta de los Juegos a Europa después de que en 1984 se celebrasen en Los Ángeles y para los Juegos de 1988 únicamente se hubieran presentado dos ciudades asiáticas.

La primera piedra de aquella candidatura podría situarse el 31 de enero de 1981 en la Gala del Deporte Español organizada por El Mundo Deportivo cuando Juan Antonio Samaranch imponía la insignia del COI a Narcís Serra y este dejaba entrever su deseo de presentar a la ciudad a la carrera olímpica.
No obstante, no fue hasta el 30 de mayo de ese mismo año cuando el proyecto comienza a oficializarse con la petición de autorización y apoyo del alcalde al Rey de España en la celebración del Día de las Fuerzas Armadas en la ciudad condal.
Aunque el primer gran paso se produjo el 30 de junio, el día que el pleno del Ayuntamiento de Barcelona aprobaba por unanimidad embarcarse en el proyecto olímpico. Narcís Serra presentó la iniciativa como una ocasión histórica para Barcelona, Cataluña y España, por lo que, desde ese primer momento, solicitó la colaboración del Gobierno central y de la Generalitat catalana para lograr el objetivo.
Comenzaban así más de cinco años de trabajo para convencer a los miembros del Comité Olímpico Internacional de que Barcelona era la ciudad ideal para albergar los Juegos de 1992.

Una vez obtenido el apoyo del consistorio barcelonés, Serra remitía mediante carta este acuerdo al Comité Olímpico Español, que era el encargado de elevar la solicitud al COI, en busca del respaldo definitivo a la candidatura, un apoyo que tardó más de un año en concretarse debido a diversas polémicas.
Por un lado, había ciertos rumores, que nunca llegaron a concretarse, de que Madrid y Sevilla preparaban también su candidatura y, por otro, Granada y Jaca se habían postulado como posibles sedes a los Juegos de Invierno de 1992.
Habría que esperar al pleno del COE del 16 de diciembre de 1982 para que el organismo presidido por Jesús Hermida diera el visto bueno a Barcelona con un único voto en contra, aunque en un ambiente de muchas dudas.

Mientras esto sucedía en el COE, la candidatura de Barcelona seguía avanzando en su afianzamiento y difusión. A principios de 1982, el Ayuntamiento solicitó a Romà Cuyàs la realización de un estudio sobre la viabilidad de los Juegos.
En este informe, que fue presentado en sociedad el 11 de noviembre de 1982, Cuyàs defendía que los Juegos Olímpicos podían ser un factor clave para la superación de la crisis que vivía el país, el afianzamiento de la democracia y una sólida base para la construcción de un mejor futuro a través de las inversiones públicas y privadas.
Al margen de este crucial dossier, los principales actos de promoción en estos primeros meses se llevaron a cabo en abril del mismo año cuando salió a la luz la primera publicación sobre el proyecto titulada “Barcelona pretende los Juegos de 1992” y en la inauguración del Campeonato del Mundo de Fútbol en el Camp Nou en junio donde la candidatura se dio a conocer ante la prensa internacional.

En clave política, las Elecciones Generales celebradas en España el 28 de octubre de 1982 provocaron un giro trascendental en el proyecto de Barcelona ‘92. Los resultados arrojaron una victoria por mayoría absoluta del PSOE y Felipe González, que reclamó a Narcís Serra para ser ministro de Defensa, dejando vacía la alcaldía barcelonesa que asumió Pasqual Maragall, que en sus primeros días recibió el apoyo a las aspiraciones olímpicas de González, perteneciente al mismo partido, y nombró a Romà Cuyàs como Jefe de la Oficina de la Candidatura.
Precisamente, Cuyàs sería la otra figura esencial en el ámbito político tras ser designado Secretario de Estado para el Deporte y presidente del Comité Olímpico Español en sustitución de Jesús Hermida, a pesar de que se había planteado la posibilidad del COE y el Consejo Superior de Deportes no compartieran mandatario. La condición de un catalán como máximo responsable del deporte nacional y el trabajo previo realizado a favor de Barcelona, lo situaban como un personaje clave en el éxito de la candidatura.

No obstante, el periodo de Cuyàs al frente del Comité Olímpico Español no fue sencillo y tuvo que enfrentarse a un importante sector crítico cuando el 21 de diciembre de 1983 se decidió descartar las candidaturas de Jaca y Granada para los Juegos de Invierno de 1992 en beneficio de la opción de Barcelona.
Además, problemas con las federaciones deportivas acabarían forzando su salida del COE en junio de 1984, sustituido por Alfonso de Borbón, aunque permaneció como presidente del Consejo Superior de Deportes, donde continuó trabajando a favor del proyecto olímpico.

Ajena a esta situación política, la Oficina de Barcelona ‘92 abordaba otro importante paso en diciembre de 1983 al presentar el Anteproyecto de la Candidatura en el que se definían los escenarios y las instalaciones, el presupuesto y la financiación como principales pilares y que fue aprobado por el COE en la polémica sesión del día 21.
En esta primera aproximación, el Anteproyecto definía nueve áreas olímpicas en Barcelona y poblaciones limítrofes entre las que destacaba la montaña de Montjuic, donde se situaría el Estadio Olímpico. Dentro de estas nueve áreas se ubicarían las instalaciones necesarias de las cuales doce serían de nueva construcción, cinco a remodelar y diecinueve a acondicionar, al margen de las infraestructuras para entrenamientos.
Respecto al presupuesto, el informe dejaba una cifra cercana a los 88.000 millones de pesetas financiados mediante inversión pública y privada y calculaba los beneficios que se obtendrían de los derechos de televisión o la venta de entradas.

Poco a poco se iba acercando la fecha de la decisión final y Barcelona seguía avanzando. El 27 de marzo de 1984, el Consejo de Ministros acordaba el apoyo del Gobierno al proyecto barcelonés y, a lo largo de ese año y hasta la fecha de la elección se sucedieron las presentaciones de la candidatura por diversas partes del mundo como Sarajevo, Los Ángeles o México mientras se oficializaba que las rivales de Barcelona serían París, Ámsterdam, Belgrado, Brisbane y Nueva Delhi, aunque esta última finalmente renunciaría.

Al margen de estos avances, los nexos entre el Gobierno central, la Generalitat y el Ayuntamiento barcelonés se presumían fundamentales para el éxito de Barcelona, algo que se concretó el 9 de marzo de 1985 cuando el Gobierno pasó a formar parte del Consejo Rector de la candidatura. Además, para redondear el entendimiento político, el Rey Juan Carlos aceptaba la presidencia del Consejo de Honor de la Candidatura, mientras que Josep Miquel Abad era nombrado consejero delegado de la Candidatura y Carlos Ferrer Salat, presidente del Comité de Relaciones Internacionales.
Junto a esta concordia institucional, también resultó vital la constitución de la Asociación de Empresarios, que reunió a casi un centenar de empresas que prestaron su apoyo financiero de forma desinteresada, y la creación de la Comisión Hotelera.

Cuando aún faltaba más de un año para la votación de la ciudad anfitriona de los Juegos de 1992, comenzaron las obras de remodelación del Estadio de Montjuic y la construcción del Palau Sant Jordi, con lo que Barcelona demostraba su apuesta por las instalaciones deportivas con independencia de la designación, lo que podía suponer un atractivo para los miembros del Comité Olímpico Internacional.

Los meses pasaban y Barcelona seguía cumpliendo los trámites. Así, el 27 de diciembre de 1985 solicitaba formalmente la organización de los Juegos y hacía una declaración de aceptación de la Carta Olímpica.
Tras este formalismo, el siguiente paso importante fue la aprobación el 10 de febrero de 1986 por el Consejo Rector del Dossier de la Candidatura que fue entregado al COI el 1 de marzo en Lausana por Pasqual Maragall, un documento clave para obtener la organización de los Juegos de 1200 páginas con todos los pormenores del proyecto.

Durante ese último año de trabajo preolímpico, se sucedieron los actos de promoción y las muestras de apoyo a la candidatura de Barcelona. Además, el interés popular se formalizó en las encuestas encargadas y en la cantidad de voluntarios inscritos que superó la cifra de 40.000 que marcaron los Juegos de Los Ángeles.

La suerte estaba echada y Barcelona se presentaba a la 91ª Sesión del Comité Olímpico Internacional en Lausana con el trabajo bien hecho y como gran favorita a la espera de la decisión final, aunque el atentado que la banda terrorista ETA perpetró con un coche bomba en la Plaza de España de la ciudad condal provocando la muerte de un policía nacional y once heridos, generó ciertas dudas.
A la ciudad suiza se desplazaron los principales dirigentes políticos y deportivos nacionales, regionales y locales. Felipe González, Javier Solana, Jordi Pujol, Romà Cuyàs o Alfonso de Borbón acompañaron a los miembros de la candidatura de Barcelona con Pasqual Maragall a la cabeza que aún tuvieron que realizar una última exposición el día antes de la decisión ante los miembros del COI.

Y los pronósticos se cumplieron. A las 13:30 horas del 17 de octubre de 1986, el presidente del Comité Olímpico Internacional, Juan Antonio Samaranch, hacía oficial que Barcelona sería la ciudad encargada de organizar los Juegos de 1992.
Barcelona necesitó tres rondas para ganar la votación. En la primera de ellas, la ciudad condal se impuso por 29 votos frente a los 19 de Paris, los 13 de Belgrado, los 11 de Brisbane, los 8 de Birmingham y los 5 de Ámsterdam que quedó eliminada.
En la segunda votación, la ciudad española aumentaba su ventaja sobre Paris por 37 votos a 20 mientras que Belgrado obtenía 9 apoyos, Brisbane 9 y Birmingham quedaba eliminada con 8.
La votación concluiría en la tercera ronda cuando Barcelona obtenía 47 votos que suponía la mayoría absoluta y certificaba su victoria. Atrás quedaban los 23 votos de París, los 10 de Brisbane y los 5 de Belgrado.

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La inauguración del Vicente Calderón https://www.docudeporte.es/la-inauguracion-del-vicente-calderon/ https://www.docudeporte.es/la-inauguracion-del-vicente-calderon/#respond Sun, 02 Oct 2016 09:03:13 +0000 http://www.docudeporte.es/?p=1497 El 2 de octubre de 1966, el Atlético de Madrid y el Valencia inauguraban el nuevo estadio del equipo rojiblanco en la orilla del río Manzanares después de más de cuatro décadas de vida en el Metropolitano. A mediados de los años 50, el crecimiento del club y de su masa social hizo que el …

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El 2 de octubre de 1966, el Atlético de Madrid y el Valencia inauguraban el nuevo estadio del equipo rojiblanco en la orilla del río Manzanares después de más de cuatro décadas de vida en el Metropolitano.

A mediados de los años 50, el crecimiento del club y de su masa social hizo que el campo del Atlético de Madrid no cumpliera las demandas de sus aficionados y se quedara pequeño. Ante esta situación, los dirigentes del club tuvieron que plantearse diversas alternativas para dar cabida a todos sus socios y seguidores que querían ver los partidos de su equipo.
Las opciones que se barajaron para solventar la situación fueron dos; ampliar el Estadio Metropolitano o trasladarse a un nuevo campo en otra ubicación.
Debido al coste que había que afrontar para las obras en el Metropolitano y la oportunidad que podía suponer trasladarse a un nuevo recinto financiado con la venta de los terrenos del antiguo campo, la directiva del Atlético, con su presidente Javier Barroso a la cabeza, defendió en una Junta General celebrada en julio de 1957 las ventajas del traslado.

En un primer momento se especuló con la posibilidad de construir un estadio para cerca de 150.000 espectadores en un espacio cedido por Junta de Gobierno de la Universidad en la Ciudad Universitaria, sin embargo, esta idea fue rápidamente rechazada por el sector educativo, que ni se llegó a plantear ceder sus terrenos para un fin extrauniversitario.

Tras varios meses de incertidumbre, el Atlético de Madrid adquirió a mediados de 1958 unos terrenos por 11 millones de pesetas entre los puentes de Segovia y de Toledo en la ribera del río Manzanares, cuatro veces mayor que el espacio utilizado en el Metropolitano, con la intención de levantar allí su flamante estadio y diversas instalaciones deportivas, aunque esta acción y no la de ampliación del Metropolitano, que aún no había sido descartada totalmente, debería ser aprobada en una Junta General que se convocó para el 7 de septiembre.
Como era previsible, la propuesta de la directiva del club fue aprobada por aclamación y el proyecto de construcción del nuevo estadio, cuyo arquitecto sería el propio presidente Barroso junto a Miguel Ángel García Lomas, fue refrendado.

El plazo para la construcción del estadio, que albergaría alrededor de 110.000 espectadores, se fijó en menos de dos años, tiempo durante el que el Atlético de Madrid jugaría en el Metropolitano hasta que se confirmase su venta.
No obstante, lo que parecía un proceso rápido se transformó en una película de dificultades que demoraron mucho en el tiempo la inauguración del nuevo campo.

En primer lugar hubo dudas sobre el inicio de las obras, e incluso se llegó a pensar en el desistimiento del proyecto, debido a los problemas de acceso que podría originar la construcción del Manzanares, nombre con el que se bautizó al nuevo estadio. Sin embargo, un informe favorable del Ayuntamiento el 29 de noviembre de 1958 daba luz verde definitiva al inicio de las obras y alejaba las dudas surgidas.
Solo unos días después, el 7 de diciembre, el capellán del Atlético bendecía los terrenos donde se edificaría el estadio en un acto presenciado por cerca de 5.000 personas y al que acudieron numerosas personalidades políticas y deportivas del país.
Después de varios meses de retraso, las obras comenzaron el 3 de agosto de 1959 con la idea de que el Manzanares pudiera ser estrenado en la temporada 1961-1962, aunque de nuevo más retrasos en las obras obligaron a retrasar la fecha de apertura prevista hasta principios de 1962.

Sin embargo, el mayor revés llegó en el año 1961 cuando las obras fueron paralizadas en varias ocasiones. En primera instancia, el club esgrimió discrepancias con la empresa constructora pero, finalmente, se hicieron públicos los problemas económicos que impedían proseguir con el proyecto.
En este contexto, el club tuvo que solicitar un crédito bancario y acelerar la búsqueda de un comprador de los terrenos del Estadio Metropolitano, sobre la cual recaían las opciones de continuidad de las obras del Manzanares.
No obstante, hubo que esperar hasta mayo de 1963 para que el presidente Javier Barroso anunciara en la Junta General del club un principio de acuerdo con una constructora extranjera para la venta del Metropolitano por 95 millones de pesetas.

A pesar de que la compra y entrega del Metropolitano se había acordado para el 30 de junio de 1963, problemas burocráticos respecto a la obtención de las licencias oportunas para llevar a cabo el proyecto de la empresa compradora en los terrenos del Metropolitano hicieron que el Atlético de Madrid siguiera disputando sus partidos allí al inicio de la temporada 1963/1964, dejando a un lado, al menos momentáneamente, el acuerdo que había alcanzado con el Real Madrid para la disputa de los partidos del equipo rojiblanco como local en el Santiago Bernabéu.

El panorama a principios de 1964 era poco alentador. Los problemas económicos persistían y la trayectoria deportiva del equipo era muy decepcionante, penúltimo en la Liga con apenas dos victorias en catorce partidos y eliminado por la Juventus de la Copa de Ferias, lo que derivó en la dimisión de la directiva y en la proclamación de Vicente Calderón como nuevo presidente en marzo de ese mismo año.

La idea de Calderón respecto al campo rojiblanco era la de continuar en el Metropolitano con su pertinente remodelación, pero la imposibilidad de revertir el acuerdo de venta llevó al nuevo presidente a retomar el proyecto del Manzanares y retomar las obras lo antes posible, aunque evitando lujos innecesarios y reduciendo considerablemente el aforo.
Lo que sí consiguió Calderón fue un considerable aumento del precio de venta del Metropolitano en abril de 1964.
La nueva directiva consideró que el comprador no había ratificado el compromiso adquirido ni abonado parte del montante económico a tiempo, por lo que estimó que renunciaba a la transacción.
Ejecutada como tal esta renuncia, el Atlético se benefició de la revalorización de los terrenos por parte de la Comisaría de Urbanismo para firmar un nuevo contrato de venta por casi trece millones de pesetas más que el anterior.

Quedaba cerrada así otra vez la venta del Metropolitano y se reemprendía el proyecto del nuevo estadio, aunque siguieron surgiendo rumores como la adquisición de unos terrenos en la carretera de Valencia para instalar el feudo colchonero, ya que incluso el propio Calderón no descartaba encontrar una solución mejor a la reanudación de las obras en el Manzanares.
Finalmente, en mayo de 1965, se tomaba la decisión definitiva de continuar la construcción del Estadio del Manzanares, a pesar de un último intento de revender los terrenos, y se solicitaba una nueva prórroga para poder continuar en el Metropolitano hasta el término de las obras que se reanudaron el 14 de junio de 1965.

A pesar de que la fecha estipulada para finalizar la primera parte de las obras que ya permitiría disputar partidos en el Manzanares con una capacidad cercana a los 30.000 espectadores era noviembre de 1965, un nuevo traspiés, en este caso las torrenciales lluvias caídas sobre Madrid en el otoño, hizo imposible el cumplimiento de los plazos.

Después de varios retrasos más en las obras, se fijó el inició de la temporada 1966/1967 la fecha final para la inauguración del nuevo estadio, curso en el que el Atlético defendía el título liguero.
Sin embargo, el debut en Liga en el Manzanares que debería haber tenido lugar en la segunda jornada el 18 de septiembre ante el Barcelona tuvo que ser aplazado por la imposibilidad de ultimar todos los trámites administrativos, ya que, según parece, el Atlético no disponía de la licencia municipal. De hecho, el siguiente partido como local del Atlético de Madrid en el calendario ante el Valencia también estuvo en duda hasta el último momento hasta que se obtuvo el visto bueno del Sindicato del Espectáculo para abrir el estadio.

Así, tras más de ocho años desde la adquisición de los terrenos, el 2 de octubre de 1966 se inauguraba el Estadio Manzanares con el partido entre el Atlético de Madrid y el Valencia que concluyó con empate a un tanto y cuyo primer gol fue obra de Luis Aragonés.

Sin embargo, aún quedaba pendiente de finalizar la tribuna principal y los problemas continuaron surgiendo alrededor del nuevo estadio.
Al margen de la delicada situación económica del club que obligó a pedir un nuevo crédito, el Ayuntamiento de Madrid solicitó la paralización de las obras y la restitución de los terrenos al considerar que habían sido indebidamente ocupados y que principalmente se pretendían para la construcción de la autovía del Manzanares, actual M-30. Finalmente, a principios de 1968, la renuncia del Atlético a la instalación de una pasarela sobre el río y el acuerdo para proyectar la construcción de la carretera por debajo de la tribuna principal solventaron la situación.

Antes de la finalización de las obras, la Junta General del Atlético de Madrid el 14 de julio de 1971 aprobó rebautizar el Estadio de Manzanares como Vicente Calderón en honor al presidente del club que había logrado culminar un proyecto que superó muchísimas adversidades. El primer partido bajo la nueva denominación se disputaría el 11 de septiembre de 1971 entre el Atlético de Madrid y el Sabadell que finalizó con 5-0 a favor de los locales.

Tras más de más de cinco años desde el primer partido del Atlético en su nuevo estadio, el 6 de febrero de 1972 se abría al fin al público la tribuna principal que permitía un aforo total de más de 60.000 espectadores, todos sentados, en el partido ante el Athletic Club de Bilbao que se llevaron los visitantes por 1-2.
A pesar de esta apertura, se estableció como fecha oficial para la inauguración del Calderón con las obras concluidas el 23 de mayo del mismo año en un encuentro internacional entre las selecciones de España y Uruguay en el que Valdez y Gárate dieron la victoria al combinado de Ladislao Kubala.

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La Liga de los Playoff https://www.docudeporte.es/la-liga-de-los-playoff/ https://www.docudeporte.es/la-liga-de-los-playoff/#respond Tue, 30 Aug 2016 18:48:19 +0000 http://www.docudeporte.es/?p=1490 El 30 de agosto de 1986 arrancaba la conocida como “Liga de los Playoff”, una revolución en el fútbol español que apenas duró un año. Después de casi 60 años con un modelo de competición consistente en un sistema de doble vuelta, la Liga de Fútbol Profesional presentaba en la asamblea del 17 de mayo …

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El 30 de agosto de 1986 arrancaba la conocida como “Liga de los Playoff”, una revolución en el fútbol español que apenas duró un año.

Después de casi 60 años con un modelo de competición consistente en un sistema de doble vuelta, la Liga de Fútbol Profesional presentaba en la asamblea del 17 de mayo de 1985 una novedad en el torneo.
Con el presidente Antonio Baró a la cabeza, la LFP defendió una competición dividida en dos fases que arrancaría en la temporada 1986/1987. Según este modelo, en la primera de ellas se desarrollaría una liga común a doble partido como la que se venía disputando hasta la fecha entre los 18 equipos que en aquella época componían la Primera División. La diferencia radicaba en la introducción de una nueva fase en la que, manteniendo los puntos conseguidos, los seis primeros clasificados disputarían una liguilla para definir el campeón y dos puestos para la próxima Copa de la UEFA, los seis siguientes equipos durante la liga regular jugarían por definir otro puesto más para la UEFA y los seis últimos clasificados lucharían entre sí por evitar los tres puestos de descenso.

Este nuevo modelo de competición, que a pesar de no ser un sistema de eliminación directa fue denominado comúnmente como playoff, tuvo desde el primer momento defensores que veían en esas liguillas una nueva fórmula para hacer más emocionante la Liga que incentivara la asistencia de público a los estadios y detractores que lo consideraban un modelo confuso e injusto para los méritos cosechados por los equipos y que sobrecargaba el calendario con partidos de poco interés como los correspondientes a los de la liguilla de equipos de la zona media de la tabla.
A pesar del debate y las diferentes opiniones, la Liga de Fútbol Profesional daba luz verde al nuevo proyecto en una tensa asamblea celebrada el 26 de junio de 1985. No obstante, aún sería necesaria hacer una modificación ya que la UEFA no admitió la posibilidad de que el ganador de la liguilla intermedia tuviera pasaporte para Europa la siguiente temporada, por lo que esa plaza tuvo que reasignarse a la de la lucha por el título.

Hubo que esperar una temporada para ver el desarrollo del nuevo sistema de competición. El 30 de agosto de 1986, los partidos FC Barcelona-Racing de Santander, Sporting de Gijón-Athletic Club y Las Palmas-Valladolid (todos ellos decididos con victoria local por 2-0) inauguraban la Liga más larga en la historia del fútbol español.

Cuando finalizaron las 34 jornadas de la temporada regular, el Real Madrid encabezaba la clasificación con un punto de ventaja sobre el Barcelona que, junto a Espanyol, Sporting de Gijón, Mallorca y Zaragoza, disputarían la liguilla por el título de campeón y por los tres puestos para disputar la Copa de la UEFA. Mientras, Atlético de Madrid, Betis, Sevilla, Real Sociedad, Murcia y Valladolid competirían la liguilla intermedia y Athletic Club, Las Palmas, Osasuna, Racing de Santander, Sabadell y Cádiz jugarían por evitar las plazas de descenso a Segunda División.

En la lucha por el título únicamente Madrid y Barcelona partían con opciones de proclamarse campeón, puesto que aventajaban en siete y seis puntos respectivamente al tercer clasificado.
En esta fase final de diez partidos el Real Madrid fue más regular que su rival y, pese a no imponerse al Barcelona en ninguno de los dos partidos que disputaron entre ellos (0-0 en el Bernabéu y 2-1 en el Camp Nou) aventajando al conjunto azulgrana en tres puntos para hacerse con el campeonato.
Por su parte, el Espanyol y el Sporting fueron los dos equipos que acompañarían al Barcelona en la Copa de la UEFA, mientras que Zaragoza y Mallorca se quedaron sin premio.

Respecto al descenso, el sistema de competición dictaminaba que los tres últimos clasificados tras la disputa de la liguilla perderían la categoría, sin embargo, la pretensión de la Liga de Fútbol Profesional de crear una Primera División de veinte equipos para la siguiente temporada trajo consigo un cambio en la reglamentación. Así pues, el 9 de junio de 1986, cuando apenas faltaban dos jornadas para la finalización del campeonato, la Liga decidió que únicamente descendería a Segunda División un equipo que se determinaría en una promoción entre los tres equipos peor clasificados en la liguilla del descenso.
Una vez concluida la liguilla, Osasuna, Racing de Santander y Cádiz, tuvieron una nueva oportunidad para evitar el descenso en esta promoción en la que se enfrentaron todos contra todos a partido único y que se resolvería con el descenso del Racing.

Así finalizaba una Liga con un sistema de competición que no volvería a utilizarse en las siguientes ediciones que, al margen de los problemas organizativos, no logró ninguno de los propósitos que se perseguían, ya que disminuyó la asistencia a los estadios e incluso la recaudación de la quiniela, y que generó una multitud de críticas.

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El primer viaje del fuego olímpico https://www.docudeporte.es/el-primer-viaje-del-fuego-olimpico/ https://www.docudeporte.es/el-primer-viaje-del-fuego-olimpico/#respond Wed, 20 Jul 2016 09:00:15 +0000 http://www.docudeporte.es/?p=1470 El 20 de julio de 1936 se encendía en Olimpia el primer fuego que era transportado desde la cuna de los Juegos de la Antigüedad a la ciudad organizadora de la edición correspondiente. Se iniciaba así una tradición que ha perdurado en el tiempo y se ha convertido en uno de los ritos más importantes …

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El 20 de julio de 1936 se encendía en Olimpia el primer fuego que era transportado desde la cuna de los Juegos de la Antigüedad a la ciudad organizadora de la edición correspondiente. Se iniciaba así una tradición que ha perdurado en el tiempo y se ha convertido en uno de los ritos más importantes del olimpismo.

Tal y como sucedió con la restauración de los Juegos, la idea de introducir el fuego como un símbolo dentro del nuevo olimpismo proviene de la Antigua Grecia.
Al igual que otras muchas civilizaciones, los griegos consideraban el fuego como un elemento sagrado y con él rendían tributo a sus dioses. En lo relativo a los Juegos de Olimpia, un fuego propiciado por los rayos del sol permanecía encendido durante la disputa de las pruebas atléticas en el templo de Zeus en honor al dios.

La introducción del fuego como símbolo de los Juegos Olímpicos de la Era Moderna se remonta a los de Ámsterdam en 1928, cuando el arquitecto del Estadio Olímpico, Jan Wils, diseñó una torre de más de 40 metros de altura, la llamada Torre de la Maratón, para acoger un fuego durante la disputa de la competición, el primer pebetero olímpico. Sin embargo, la llama que presidió los Juegos Olímpicos de la capital neerlandesa y la que lo haría cuatro años después en Los Ángeles fue encendida en el propio estadio y no en Olimpia como sucedió en el resto de ediciones.

El ritual de encendido del fuego en Grecia y su traslado hasta el estadio olímpico mediante relevos nació con los Juegos de Berlín de 1936.
El principal impulsor fue el alemán Carl Diem, quien tomó la idea de la celebración de su 40 cumpleaños en 1922 en el que sus alumnos organizaron una carrera de relevos de antorcha para conmemorar el aniversario, tal y como se celebraban en varios lugares del mundo. Cuando Berlín fue elegida en mayo de 1931 por el Comité Olímpico Internacional como sede de los Juegos de 1936 con una amplia mayoría frente a la candidatura de Barcelona, Diem, Secretario General del Comité Organizador de aquellos Juegos, planteó su idea de transportar mediante relevos desde Olimpia un fuego que alumbrara el Estadio Olímpico de Berlín durante la celebración de los Juegos.
Este planteamiento supuso una autentica novedad ya que, aunque las carreras de relevos de antorcha ya tenía una amplia tradición, era la primera vez que se proponían en relación a la celebración de los Juegos Olímpicos.

La idea de Diem fue formalmente planteada el 18 de mayo de 1934 dentro de la 32ª Sesión del Comité Olímpico Internacional celebrada en Atenas cuando el presidente del Comité Organizador, Theodor Lewald, expuso la intención de Alemania de coordinar el viaje del fuego olímpico mediante relevos desde Olimpia hasta Berlín que fue aceptada por unanimidad por los miembros del COI.

Tras el visto bueno del Comité Olímpico Internacional, el siguiente paso para llevar a cabo el proyecto era obtener la aprobación de los seis Comités Olímpicos Nacionales, además del alemán, de los países que formaban parte del trazado marcado entre Grecia y Berlín.
Las primeras naciones en adherirse al plan fueron Checoslovaquia, Bulgaria y Hungría a principios de noviembre de 1934 y, días después, lo harían Austria, Grecia y Yugoslavia, por lo que ya se disponía de la aprobación de todas las partes implicadas.

El Comité Organizador había elaborado un exhaustivo plan para desarrollar su propósito.
En primer lugar, diseñó un itinerario de 3.075 kilómetros que atravesaría las capitales de los países nombrados anteriormente, de tal manera que Atenas, Sofía, Belgrado, Viena, Praga y finalmente Berlín formarían parte de esa primera ruta histórica de la llama olímpica junto a otras villas y ciudades de menor tamaño.
Para cumplir con el trazado se idearon tramos de alrededor de 1.000 metros que deberían cubrir cada uno de los relevistas que transportarían el fuego desde tierras griegas o, en su defecto, etapas de cerca de cinco minutos, que era el tiempo que se calculaba que se podría mantener encendida la llama en cada antorcha con seguridad.

Y es que el asunto de transportar la llama fue uno de los principales problemas en los primeros pasos. Inicialmente se pensaron alternativas que permitían la combustión del fuego durante un largo periodo de tiempo, sin embargo, no se tenía la certeza de que pudiera aguantar todos los días de travesía, por lo que finalmente se optó por utilizar antorchas, aunque fue necesario fabricarlas con unas características especiales. Las antorchas se diseñaron en magnesio y con la posibilidad de que tuvieran una combustión de al menos diez minutos que solventara un hipotético retraso y que resistiera condiciones atmosféricas adversas.

Una vez solucionado el asunto de la antorcha, era necesario elegir a los relevistas que portarían el fuego, decisión que el Comité Organizador acordó fuese tomada por los Comités Olímpicos Nacionales de los países por los que transcurría el itinerario de la antorcha. Debido al diseño de la ruta en tramos de 1 kilómetro, en total fueron 3.075 los relevistas que cubrieron el trazado desde Olimpia a Berlín que encabezó el griego Konstantinos Kondylis y cerró el germano Fritz Schilgen en el Estadio Olímpico.

Al margen de las cuestiones más técnicas, el Comité Organizador también ideó otros detalles para dar mayor popularidad a los relevos.
En primer lugar, se imprimieron folletos informativos sobre la ruta del fuego y se encargaron alrededor de 30.000 posters con el lema “Torch relay run” traducido a cinco idiomas.
Además, con motivo del tiempo extra añadido de dos horas cada 80 o 100 kilómetros para cubrir un eventual retraso en el itinerario, se concibieron ceremonias especiales en las mayores ciudades de la ruta en honor al fuego olímpico. Aunque su organización estaba en manos de los Comités Olímpicos Nacionales en cada caso, el Comité Organizador envío unas pautas generales para incluir en los festejos como la interpretación del himno olímpico, la realización de exhibiciones gimnásticas y de danza o el discurso del alcalde.
Estas ceremonias se convirtieron en un éxito y, de hecho, fueron otras muchas localidades las que al paso de la llama olímpica también realizaron pequeños rituales.

Tras la recuperación de los Juegos de la Antigüedad en 1896, Olimpia volvió a convertirse en el foco de atención del olimpismo el 20 de julio de 1936 cuando se llevó a cabo el encendido del fuego olímpico. En un solemne acto en el que no fue permitida la presencia de público, los rayos del sol de Olimpia propiciaron el primer fuego olímpico generado en la cuna de los Juegos que, después de que se rindiera tributo en el Templo de Hera y se leyera un discurso del Barón de Coubertin, que no pudo desplazarse a tierras griegas por su avanzada edad, prendió la primera antorcha que iniciaba el viaje hasta Berlín.
El novedoso acto ideado por los Juegos Olímpicos de Berlín y la constante utilización de estos como medio propagandístico del III Reich hizo que la televisión alemana retransmitiera la ceremonia tanto para territorio germano como para otros países extranjeros, además de seguir en un coche el recorrido de la antorcha al igual que hizo el Comité Olímpico Internacional.

Después de un viaje de más de diez días, la llama olímpica llegó, no sin alguna dificultad, por fin a Berlín, a su Estadio Olímpico. Lo hizo tal y como estaba previsto el 1 de agosto, el día de la ceremonia inaugural.
Después del desfile de los atletas participantes en los Juegos Olímpicos, el joven alemán Fritz Schilgen apareció en la pista y recorrió la distancia que le separaba de los escalones que le aproximaban hacia el pebetero olímpico, que quedó prendido durante toda la competición.

A pesar de su llegada al Estadio Olímpico, el fuego aún tendría dos paradas más. Al día siguiente de la ceremonia inaugural, la llama emprendía un nuevo viaje de dos días y de 347 kilómetros de recorrido hasta la localidad de Kiel, donde se disputaron las pruebas de vela.
Días más tarde, el 7 de agosto, el fuego olímpico volvía a ponerse en marcha, esta vez para cubrir 37 kilómetros hasta llegar a Grünau, sede de las competiciones de remo y piragüismo.

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