Antes de la gran cita de los Juegos Olímpicos de Barcelona, el deporte español debía afrontar el reto de Albertville, donde las propuestas adoptadas para la mejora del nivel competitivo, con el Plan ADO como medida estrella, tenían su primera prueba de fuego tras la escasez de tiempo con que se contó en 1988.
España confeccionó el mayor equipo de deportistas en unos Juegos de Invierno desde Grenoble en 1968. Trece hombres y cuatro mujeres conformaron la delegación española en Albertville.
Por tercera ocasión consecutiva, una mujer fue la abanderada del equipo español en el desfile inaugural de unos Juegos de Invierno. Blanca Fernández Ochoa tomó el relevo de Ainhoa Ibarra y tuvo la oportunidad de portar la bandera española por segunda vez en su carrera tras haberlo hecho en los Juegos de Sarajevo en 1984.
Blanca Fernández Ochoa vivía sus cuartos Juegos y encabezaba el equipo femenino español de esquí alpino más numeroso de la historia olímpica formado por cuatro esquiadoras. La madrileña quiso alargar su carrera deportiva después de la mala experiencia de Calgary, donde una caída le privó de conseguir una medalla, el gran objetivo antes de su retirada.
Durante el ciclo olímpico, Blanca Fernández Ochoa había centrado su preparación en la prueba del slalom, aunque en la estación olímpica de Meribel disputaría también el gigante, con el que la española abría su participación y en el que lograba un duodécimo puesto después de no arriesgar en exceso en la primera manga y marcar el sexto mejor tiempo en la segunda.
Tras su primera actuación, todas las miradas estaban puestas en el slalom. Blanca había cosechado muy buenos resultados en esta prueba durante la temporada, algo que la colocaba una vez más entre las principales favoritas.
La esquiadora madrileña realizó una primera manga brillante, situándose en la segunda posición a solo tres centésimas del tiempo de la norteamericana Julie Parisien, que encabezaba la clasificación.
Entre el primer y el segundo descenso había un receso de casi cuatro horas, tiempo para la esperanza, pero también para pensar en lo ocurrido en Calgary cuatro años antes. No obstante, esta vez la historia fue distinta y la suerte sonrió por fin a la española, aunque no exenta de emoción.
La segunda manga de Blanca no fue tan buena como la primera y llegaba a meta con el tercer mejor tiempo global a falta de la bajada de Parisien. Los temores de que la española pudiera perder de nuevo una medalla se acrecentaban en Meribel, sin embargo, la esquiadora norteamericana no fue tan rápida como en la primera bajada y finalizaba la prueba en cuarta posición a solo cinco centésimas del bronce, suficientes para que Blanca Fernández Ochoa hiciera historia conquistando la primera medalla olímpica para el deporte femenino español y la segunda medalla española -y por ahora última- en unos Juegos de Invierno tras la que conquistara su hermano Francisco en 1972.
Extracto de «El deporte femenino español en los Juegos Olímpicos«