La concesión de los Juegos a Barcelona transformó radicalmente el deporte español. En 1990, el gobierno socialista, contrario a la anterior Ley de Cultura Física y Deporte, sacaba adelante la Ley del Deporte, vigente en la actualidad, en la que se daba una mayor importancia a la alta competición y se otorgaba un activo papel al Estado en el fomento y desarrollo del deporte. Aunque la mayor revolución llegó dos años antes con la puesta en marcha del Plan ADO, que es considerado la clave de los éxitos del deporte español desde su aprobación.
Con todos estos ingredientes, la delegación española contó en Barcelona con el mayor equipo de deportistas en una competición olímpica, beneficiada de su calidad de anfitriona, y más de 400 atletas tuvieron el privilegio de disputar unos Juegos en su país. La participación femenina sufrió un cambio radical y cuadruplicó en Barcelona, con 127, el número de deportistas que compitieron en Seúl.
La organización de los Juegos y la incorporación de nuevas especialidades al panorama olímpico permitieron al deporte femenino español debutar en muchas modalidades que nunca antes habían contado con presencia española, ya que hasta diez disciplinas olímpicas tuvieron deportistas españolas por primera vez, el mismo número que todas en las que habían participado antes de los Juegos de Barcelona.
En dos semanas llenas de magia e ilusión, la primera gran alegría para el deporte femenino español llegaba del tatami de la mano de Miriam Blasco. La judoca vallisoletana acudía a Barcelona como gran favorita al oro tras sus victorias en los Campeonatos del Mundo y de Europa durante el ciclo olímpico. Sin embargo, la desgraciada muerte de su entrenador Sergio Cardell en un accidente de moto solo un mes antes de la competición olímpica trastocó la preparación de Blasco y la dejó muy afectada anímicamente, algo que incluso le hizo plantearse la posibilidad de no competir.
Finalmente, el entorno familiar de la judoca y su nuevo preparador convencieron a Miriam para que participara en los Juegos. Y la decisión no pudo tener mejor final. El 31 de julio, Miriam Blasco se convertía en la primera mujer española en conquistar una medalla de oro en unos Juegos.
Su trayectoria hasta la final, sin embargo, no sería sencilla, pues por el camino dejaría a las dos medallistas de bronce de su categoría, aunque su superioridad fue tal que venció dos de sus tres primeros combates por ippon. Su momento más difícil lo viviría en cuartos de final, donde los jueces tuvieron que dirimir su pase a semifinales tras finalizar el duelo en empate. En la final también la esperaba una dura rival, la británica Nicola Fairbrother, vigente campeona de Europa, pero la judoca española supo dar lo mejor de sí misma para hacerse con la victoria ante las abarrotadas gradas del Palau Blaugrana que apoyaron en todo momento la participación de la pucelana en su histórica actuación.
Tras el bronce de Blanca Fernández Ochoa, Miriam Blasco se convertía en la segunda medallista del deporte femenino español y en la primera campeona olímpica pero, como ella misma ha declarado en numerosas ocasiones, este hecho fue solo una coincidencia del calendario, pues el gran trabajo llevado a cabo por las deportistas españolas hizo que días más tarde llegaran los oros de Almudena Muñoz en judo, Teresa Zabell y Patricia Guerra en el 470 de vela y la selección de hockey.